Necesitamos mejorar la ortografía de
nuestro alumnado, para cumplir con objetivos básicos de la educación
obligatoria y para aumentar la eficacia de los procesos de enseñanza y subir su
autoestima.
Algunos autores afirman que conociendo quince palabras se domina...
¡el 30% de los errores! Y conociendo 67, ¡los errores disminuyen un 60%!
Por tanto, es posible que nuestro
alumnado mejore espectacularmente si domina las palabras que más se utilizan y
mayor número de errores provocan.
Es necesario partir de una evaluación
inicial.
La mejor manera de evaluar un alumno/a
es medir el tanto por ciento de faltas ortográficas que realiza en un momento
dado y, un tiempo después, medir la disminución de ese tanto por ciento.
Para hacerlo se pueden coger textos
diversos y contar el número de palabras mal escritas (si en una misma palabra
se han hecho tres faltas sólo cuenta como un solo error: el problema es que
desconoce aquella palabra), lo multiplicamos por cien y lo dividimos por el
número total de palabras. De esta manera obtendremos el tanto por ciento de
errores de aquel alumno/a concreto. Para que el resultado sea significativo
tenemos que evaluar a partir de un mínimo de trescientas palabras (podemos usar
más de un texto del mismo niño/a).
Es conveniente explicitar al alumno/a
cuántas faltas hace y decirle que se espera que las reduzca.
Esto ayuda a que el alumnado entienda
que debe focalizar su atención y abandone un papel pasivo.
Enseñar
el proceso mental ortográfico correcto debe ser nuestra prioridad.
Vamos a
enseñar un proceso, no un conjunto de normas, un vocabulario o unos trucos para
escribir mejor. Cuando dominen el proceso de forma automática, su mejora será
continua, igual que les ocurre a todas las personas que tienen buena
ortografía: pueden o no conocer una palabra, pero cuando la ven escrita ya no
la olvidan.
Dotar a
nuestro alumnado de una estrategia que procese todo el vocabulario al que
tengan acceso es dotarlos de la posibilidad de mejorar tanto ahora como en el
futuro. Además este proceso estará disponible para todas las lenguas que
estudien, puesto que el proceso mental siempre es el mismo para la mayoría de
idiomas.
Consiste
en aprender a visualizar la palabra (grafía) y no el objeto que representa
cuando se escuah una palabra o cuando se piensa en ella porque hay que
escribirlo.